Lo primero: la idea, la semilla. Creada con partes de realidad y partes del mundo onírico. Alimentada por miles de las historias que vinieron antes. De tramas, personajes, giros argumentales. Creciendo con palabras que forman párrafos. Que se transforman en capítulos. Que se comparte con los artistas. Artesanos del cómic, que aportan también su saber, su experiencia, su intuición, su empuje...

Y van surgiendo las viñetas, las páginas. Con ese lenguaje tan especial propio del cómic. Un arte que perdurará mientras alguien tenga un lápiz y una hoja de papel. La historia sigue creciendo. Cada artista deja un pedazo de él en cada proyecto. Entintado, tramas, rotulación, diseño...

Sin prisas pero sin pausa. Primando sobre todo el resultado final. Que cada etapa sume. Esa es la filosofía de Black Lab. Solo queremos hacer buenos cómics.

"Solo". Como si fuera tan fácil.